Acérquese a Dios
“Háganse imitadores de Dios”
EN EL mundo actual no es muy común hallar virtudes como la bondad, la compasión, el perdón y el amor. Incluso puede que nosotros mismos estemos esforzándonos por cultivarlas, pero nos sintamos incapaces de lograrlo. ¿Por qué? Tal vez seamos demasiado críticos con nuestros propios defectos y hasta nos hayamos convencido de que nunca podremos vencer ciertos impedimentos, como un vicio muy arraigado o el recuerdo de una mala experiencia. Sin embargo, la Biblia nos revela algo muy animador: nuestro Creador sabe bien que dentro de todas las personas existe el potencial para cultivar buenas cualidades.
La Palabra de Dios exhorta a los cristianos verdaderos: “Por lo tanto, háganse imitadores de Dios, como hijos amados” (Efesios 5:1). Este versículo demuestra con claridad que Dios confía plenamente en sus siervos. ¿Por qué decimos esto? Recordemos que Jehová Dios creó a los seres humanos a su imagen y semejanza (Génesis 1:26, 27). Esto significa que nos ha dotado de cualidades similares a las suyas. * Así que cuando la Biblia nos anima a ser “imitadores de Dios”, es como si el propio Jehová nos dijera personalmente: “Confío en ti. Sé que, aunque eres imperfecto, puedes imitarme hasta cierto grado”.
Pues bien, ¿qué cualidades de Dios podemos imitar? El contexto del pasaje lo indica. Como vimos, cuando Pablo habló sobre imitar a Dios, comenzó diciendo “por lo tanto”. Esta expresión sirve para conectar su exhortación con el versículo anterior, donde se habla de la bondad, la compasión y el perdón (Efesios 4:32; 5:1). Además, el versículo posterior recomienda un estilo de vida que se base en el amor desinteresado (Efesios 5:2). Sin duda, a la hora de demostrar virtudes como la bondad, la compasión, el perdón y el amor, no existe un mejor ejemplo que el de Jehová.
Pero ¿por qué debemos tener el deseo de imitar a Dios? Encontramos una fuerte motivación en las palabras de Pablo ya citadas: “Háganse imitadores de Dios, como hijos amados”. En efecto, Jehová ve a sus siervos como hijos a los que ama con todo el corazón. ¿Verdad que es una idea muy conmovedora? Y tal como un niño imita a su padre, los cristianos verdaderos hacen todo lo posible por imitar a su Padre celestial.
No obstante, Jehová no nos obliga a imitarlo. Más bien, nos honra concediéndonos libre albedrío. Por lo tanto, cada uno de nosotros debe decidir si se esforzará por actuar como él (Deuteronomio 30:19, 20). Lo que nunca debemos olvidar es que todos tenemos la capacidad de cultivar cualidades como las suyas. Por supuesto, para imitarlo, primero hay que conocerlo. Si estudiamos la Biblia, aprenderemos mucho sobre la incomparable personalidad de Dios y podremos contarnos entre los millones de personas que lo imitan hoy día.
^ párr. 2 Colosenses 3:9, 10 relaciona el estar hechos a la imagen de Dios con los rasgos de la personalidad. Dicho pasaje indica que, para agradar a Dios, hay que cultivar “la nueva personalidad”, la cual “va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado”, es decir, Dios.