Enseñe a sus hijos a sujetarse a un horario
Paso 5
Enseñe a sus hijos a sujetarse a un horario
¿Por qué dar este paso? Los horarios son parte esencial de la vida adulta: regulan el trabajo, las actividades religiosas y hasta el esparcimiento. Los padres que no enseñan a sus hijos a distribuir bien el tiempo y a ceñirse a un horario no les hacen un favor. Por otro lado, “los estudios demuestran que cuando hay reglas y una estructura, los hijos se sienten seguros y confiados, y aprenden a tener control de sí mismos y a ser autosuficientes”, sostiene el doctor Laurence Steinberg, profesor de Psicología.
El problema. La vida avanza a un ritmo frenético. Muchos padres trabajan largas horas, por lo que generalmente disponen de poco tiempo para la familia. Enseñar a los hijos a organizarse exige disciplina y determinación, puesto que hay que vencer la resistencia inicial del niño a sujetarse a un horario.
La solución. Aplique este principio bíblico: “Que todo se haga en forma digna y ordenada” (1 Corintios 14:40, La Nueva Biblia Latinoamérica [NBL], 2004). Por ejemplo, desde que sus hijos son muy pequeños, muchos padres les fijan una hora para que se vayan a la cama; una decisión muy sensata, por cierto. Con todo, la hora de acostarse debe resultar agradable. Tatiana, madre de dos pequeñas que vive en Grecia, relata: “Cuando las niñas se han metido en la cama, las acaricio y les cuento lo que hice mientras ellas estaban en la escuela. Entonces les pregunto qué hicieron ese día. Casi siempre me abren su corazón, pues se sienten relajadas”.
Kostas, el esposo de Tatiana, les lee a las niñas. “Ellas comentan la historia que les leo —dice él—, y muchas veces acabamos hablando de las cosas que les preocupan. Esto nunca sucede si me limito solo a pedirles que expresen lo que les inquieta.” Por supuesto, conforme los niños van creciendo, es apropiado ajustar la hora de acostarse; no obstante, si se mantiene la costumbre, probablemente los hijos sigan empleando ese tiempo para hablar con usted.
Otro hábito que conviene crear es el de comer juntos en familia por lo menos una vez al día. Para ello hay que ser flexibles con las horas de las comidas. “A veces llego tarde del trabajo —cuenta Charles, padre de dos hijas—. En esos casos, mi esposa les prepara una merienda a las niñas para que aguanten hasta que yo llegue; así comemos juntos. Nos contamos las actividades del día, repasamos un texto bíblico, hablamos de problemas y nos reímos. No me canso de repetir lo mucho que esta costumbre ha contribuido a la felicidad de mi familia.”
Para dar este paso, es preciso asegurarse de que la búsqueda de bienes materiales no sea un obstáculo para establecer un horario familiar y cumplirlo. Ponga en práctica el consejo bíblico de ‘asegurarse de las cosas más importantes’ (Filipenses 1:10).
¿De qué otra manera pueden los padres mejorar la comunicación con sus hijos?
[Comentario de la página 7]
“Que todo se haga en forma digna y ordenada.” (1 Corintios 14:40, NBL, 2004)