Vivir con miedo
Vivir con miedo
ROXANA * no se atreve a decirle a su esposo que le gustaría conseguir un empleo de media jornada. En una ocasión en la que le pidió dinero para tomar el autobús y visitar a su madre, él le dio tal paliza que la mandó al hospital. Ahora vive aterrorizada.
La esposa de Rolando utilizaba el transporte público para regresar a casa de noche, pero ahora él prefiere ir a recogerla en automóvil. Ha habido tantos incidentes violentos en el barrio que teme por su seguridad.
Haidé trabaja en el centro de la capital. Cierto día, cuando volvía a casa tras finalizar su jornada, quedó atrapada en medio de una protesta que se tornó violenta. Ahora, cada vez que oye a un grupo de manifestantes, se pone tensa. “No me siento segura —reconoce—. Quisiera dejar ese empleo, pero no puedo.”
Roxana, Rolando y Haidé sienten miedo, pero no solo cuando surge una situación crítica, sino constantemente. Vivir así es agotador. El temor les quita a las personas la alegría de vivir, pues coarta su libertad de acción y se apodera de su mente de tal modo que les impide concentrarse en otras cosas.
El miedo genera mucha tensión. Además, suele causar depresión y puede acabar con la salud de la persona. Una revista médica señala: “La tensión inhibe el sistema inmunológico y favorece la aparición de la mayoría de las enfermedades. Con el tiempo, empiezan a presentarse síntomas de desgaste —sobre todo en determinados órganos— y problemas como hipertensión, enfermedades cardíacas y renales, trastornos gastrointestinales, úlceras, dolores de cabeza, insomnio, depresión y ansiedad. Un estado de tensión prolongado produce agotamiento”.
Hoy es común que la gente viva con miedo. Ahora bien, ¿llegará el día en que podamos vivir sin nada que temer?
[Nota]
^ párr. 2 Se han cambiado algunos nombres.