Cuando el amor es ciego
Cuando el amor es ciego
De nuestro corresponsal en España
IMAGÍNESE lo que sería buscar esposa si uno fuera muy miope y las jóvenes casaderas solo se atrevieran a salir después del anochecer. He ahí el problema del pequeño pavón nocturno macho. No obstante, hay ciertas características de esta elegante mariposa que le permiten afrontar la situación sin amedrentarse.
Durante los meses de verano, la gruesa oruga que se convertirá en el apuesto pretendiente se pasa los días atracándose de comida. De ahí que en la siguiente primavera, cuando sale de la fase de crisálida, el resplandeciente macho dispone de suficientes reservas para el resto de su corta vida.
Al tener resuelto el problema del alimento, el pequeño pavón nocturno puede concentrarse en encontrar pareja. De todas formas, si no fuera por una útil peculiaridad de su anatomía, encontrar una hembra a la luz de la luna sería tan difícil como hallar una aguja en un pajar.
De la diminuta cabeza del pavón salen dos antenas que se asemejan a delicados helechos. Estas minúsculas “frondas” pueden muy bien ser los detectores de olores más perfeccionados del mundo. Además, son particularmente sensibles a una feromona, o “perfume”, que la hembra atentamente emite, de la que pueden captar hasta mínimos vestigios.
Aunque las hembras sean pocas y dispersas, el olor de su potente feromona actúa como una señal. Y las antenas del macho son tan sensibles que pueden detectar a una hembra a casi 11 kilómetros de distancia. Así que, superados todos los obstáculos, el pretendiente por fin encuentra a su media naranja. El amor puede permitirse el lujo de ser ciego en el mundo de los insectos, por lo menos en el caso del pequeño pavón nocturno.
La creación de Dios abunda en detalles de extraordinario diseño que son verdaderamente fascinantes. El salmista escribió: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas” (Salmo 104:24).
[Reconocimiento de la página 10]
© A. R. Pittaway