Observando el mundo
Observando el mundo
No cuente ovejas
El insomnio crónico es un problema mundial que afecta a 1 de cada 10 personas, según la revista New Scientist. La comunidad científica calcula que, tan solo en Estados Unidos, el insomnio impone una carga económica de 35.000 millones de dólares anuales en concepto de licencias por enfermedad y accidentes. ¿Qué se puede hacer para conciliar el sueño? Unos investigadores de la Universidad de Oxford pidieron a un grupo de insomnes que pensara en una escena agradable y tranquilizante, como una cascada o su sitio vacacional preferido. Al segundo grupo se le indicó que contara ovejas, mientras que al tercero lo dejaron que eligiera su propio recurso. A los miembros de los grupos segundo y tercero les tomó ligeramente más tiempo del normal conciliar el sueño, mientras que los del primero se durmieron unos veinte minutos antes de lo acostumbrado. Allison Harvey, parte del equipo investigador, dijo que contar ovejas no es práctico porque “es demasiado aburrido para alejar las preocupaciones”.
Bosques que recogen agua de las nubes
La selva tropical húmeda ubicada por encima de los 900 metros de altitud quizás recoja “hasta un 40% más de agua de las nubes que lo que se mide como precipitación pluvial”, afirman los científicos australianos Paul Reddell y David McJannet. Según la institución Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation, dedicada a la investigación científica e industrial, “la niebla que atraviesa constantemente la selva se condensa en los árboles, y las gotas de agua resultantes se escurren hacia la tierra”, con lo que se añaden millones de litros de líquido a los ríos tropicales. Sin embargo, “cuando se talan las selvas, la cantidad de humedad que llega al suelo disminuye de forma considerable”.
Consumo desigual
El 20% de la población del planeta consume hoy día el 86% de los bienes y servicios del mundo, señala El estado de la población mundial 2001. El informe, preparado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, advierte de “una gran ‘discrepancia en el consumo’” entre los habitantes de países industrializados y los de naciones en vías de desarrollo. Por ejemplo, “un niño que nazca hoy en un país industrializado” consumirá y contaminará más durante el curso de su vida que de “30 a 50 niños nacidos en países en desarrollo. Actualmente, el quinto de la población mundial residente en países industrializados produce más de la mitad del anhídrido carbónico emitido hacia la atmósfera, mientras que el quinto más pobre produce sólo 3%”, indica el informe. Además, el área de tierra productiva o de mar que se necesita para sostener el estilo de vida de una persona en un país acaudalado es casi cuatro veces mayor que el área que hace falta para sostener a un habitante en las naciones en desarrollo.
Escarabajos ingeniosos
Los investigadores descubrieron hace poco cómo consiguen agua potable los escarabajos del género Stenocara en el desierto de Namib, situado en África suroccidental. Para sobrevivir en el desierto, que por lo común recibe un centímetro de lluvia anual, los escarabajos extraen agua de la densa bruma procedente del océano Atlántico. ¿Cómo lo hacen? Según la revista Natural History, “el dorso del escarabajo está cubierto de protuberancias” que, vistas al microscopio, “semejan un paisaje de picos y valles”. Los “picos” atraen el agua, mientras que los “valles” encerados la repelen. “Los escarabajos se ponen de frente al viento con el cuerpo inclinado hacia adelante, y la humedad de la bruma se va acumulando en las protuberancias. Cuando una gota crece y pesa lo suficiente, se desliza a las piezas bucales del insecto”, explica la revista.
Primeros síntomas de anorexia
“Los padres pueden descubrir las primeras etapas de la anorexia o la bulimia en sus hijos observando sus hábitos de alimentación”, señala el diario londinense The Times. El grupo Eating Disorders Association (EDA) ha publicado una guía con el fin de ayudar a padres y cuidadores a reconocer los trastornos alimenticios antes de que se agraven. Entre las primeras señales pudieran estar la de cortar obsesivamente la comida en trocitos o la de hacer pausas de hasta cinco minutos entre un bocado y otro. Hay quienes recurren a algún truco, como el de usar ropa bastante holgada para esconder allí lo que no se comen. También es posible que insistan en que se retiren fotos en las que se les ve saludables y en su peso normal. La guía del grupo EDA aconseja a los padres que no pasen por alto dichas señales y que hablen con franqueza de lo que han observado.
Veneno de termómetros
“El mercurio de un solo termómetro puede contaminar un lago de cuatro hectáreas y media, y los termómetros rotos añaden unas 17 toneladas de mercurio a las aguas residuales de Estados Unidos todos los años”, afirma la revista National Geographic. Los peces absorben el mercurio, y, en consecuencia, los humanos que los comen ingieren el metal, que puede provocar daños neurológicos. Los termómetros de mercurio ya fueron prohibidos en muchas ciudades del país, entre ellas Boston, donde algunas tiendas canjean los termómetros de mercurio por digitales y por otros aparatos menos peligrosos.
Ejercicio con moderación
“Está bien practicar algún tipo de ejercicio de resistencia (correr, ciclismo o natación) de treinta minutos a una hora tres veces a la semana”, indica la revista francesa L’Express. Pero si se quieren evitar problemas graves de salud, el ejercicio no debe ser exagerado. La práctica excesiva de actividades deportivas puede causar desgaste en las articulaciones, degeneración de los cartílagos, hernias discales, fracturas por fatiga, hipertensión, problemas digestivos, pérdida prematura de masa ósea e incluso ataques al corazón. “En Francia, todos los años el esfuerzo físico provoca la muerte súbita de 1.500 deportistas que estaban en su mejor forma”, informa L’Express. El doctor Stéphane Cascua, especialista en medicina deportiva del Hospital Pitié-Salpêtrière, de París, ofrece la siguiente recomendación a los muchos “deportistas de domingo” que terminan recuperándose en el hospital: hagan ejercicio con regularidad, pero solo al 75% de su máxima capacidad cardiovascular.
Trufas, árboles y ratas canguro
En la actualidad se cree que a unos marsupiales raros con aspecto de roedor llamados ratas canguro se les debe indirectamente la existencia de algunos de los bosques de eucalipto más impresionantes de Australia, según la revista The Bulletin, de Sydney. Las ratas canguro viven en los imponentes bosques de Gippsland (estado de Victoria), y un 90% de su dieta, como mínimo, consiste en trufas autóctonas, un tipo de hongos que crecen bajo tierra. Las trufas viven en simbiosis con los árboles circundantes y, al crecer, envuelven las raíces de estos y crean una extensa red de filamentos en el terreno que recogen agua y nutrientes. A cambio, los árboles les proporcionan azúcares producidos por la fotosíntesis. ¿Qué papel cumplen las ratas canguro? Después de devorar las olorosas trufas, los animales dispersan por todo el bosque esporas del hongo sin digerir cuando depositan su excremento. De este modo, las trufas, los árboles y las ratas canguro siguen creciendo en la zona.
El peligro de los mares ruidosos
“Aumentan los temores de que el océano se haya convertido en un lugar de retumbos, zumbidos y confusión para ballenas, delfines y demás mamíferos marinos”, señala el diario londinense The Independent. El equipo de investigadores a cargo de indagar la muerte de seis ballenas y un delfín varados en las costas de las Bahamas descubrió que la causa fue una extensa hemorragia cerebral, supuestamente causada por las ondas de sonar emitidas por buques militares ubicados en las cercanías. La navegación comercial, la construcción costa afuera, las lanchas de motor y las motos acuáticas también contribuyen a los problemas de los mamíferos marinos, a los que perjudica una gama más amplia de sonidos que a los seres humanos. “Cuando las ballenas y los delfines se sumergen en el agua, parte del aire de los pulmones entra a presión en las cavidades corporales —explica el artículo—. Las burbujas de aire atrapadas en su cuerpo amplifican las ondas sonoras hasta veinticinco veces, lo cual produce [...] un daño masivo a los tejidos a niveles sonoros mucho más bajos y en una zona del mar más extensa de lo que se creía.” Además, el ruido del océano “disminuye el alcance de la comunicación, lo que significa que las ballenas y los delfines tendrán que gritar más fuerte”, dice el investigador Doug Nowacek. Y añade: “Podría impedirles reunirse y aparearse, y si no oyen, no pueden navegar”.